blanca espigares rooney

Arquitectura, investigación y docencia

En qué quedamos, ¿juego o competición?

¿Gamificación o pura competición descarnada? Esta es la pregunta que últimamente me asalta. Este post sé que va a generar cierta controversia entre el grupo de amigos-compañeros-conocidos de docencia 2.0, gamificación y nuevos procesos en la docencia, pero es que NO LO ENTIENDO. Y les pido que me aclaren ciertas dudas o afirmaciones mías erróneas.

La primera vez que supe algo de la gamificación me resultó muy interesante, tremendamente interesante: enseñar por medio del juego, hacer publicidad y marketing  jugando. ¡No me digáis que no es atractivo!

Pero me he ido cada vez desilusionando más, por no decir cabreando. Porque lo que parecía ser algo interesante para introducir en clases, en cursos, en seminarios, con otros compañeros de profesión, etc, se ha trastocado en competición. Pura y dura competición:

  • ¡tenéis que luchar contra todos los de ahí fuera porque todos son vuestros enemigos!
  • ¡hagamos un taller y quien gane le regalamos un mes de alquiler!
  • ¡dales a tus alumnos medallas y distinciones para motivarlos!
  • ¡participad en workshops donde os sacamos dinero y donde para aprender, vais a pelear entre vosotros!

Y estoy perpleja, perpleja de que estemos introduciendo la competición, el sistema de «hacer-recompensa» en la vida en general (sobre todo en los seminarios, talleres y laboratorios de emprendedores), y también en la vida escolar o universitaria, en la vida entre propios compañeros de trabajo, en todas las escalas. Y esto lo escribe una mujer que es una competitiva de narices, porque yo soy insoportablemente competitiva debo admitir. Pero conmigo misma.

En mi adolescencia he participado algo en competición deportiva , y le debo en parte cómo soy y cómo me comporto ante muchos temas de la vida. La competición deportiva es un 90% del tiempo entrenando y tratando de mejorar, dedicando sudor, lágrimas y esfuerzo a superarse a uno mismo, y un 10% de competición real. Y en esos partidos (en mi caso era el tenis) el concepto no era masacrar al contrincante, era medirse con otra persona para valorar tu estado de forma, tu concentración, tus capacidades, entonces evaluar y a continuación seguir mejorando. Y claro que cuando planteabas un partido, evaluabas los puntos débiles del oponente para conocerlos y ver cómo superarlos. Pero a costa del juego de uno, porque en la pista si solamente te concentras en los puntos malos del otro, olvidas que estás allí para jugar tú, para desplegar lo que sabes, para superarte, y terminas fallando y perdiendo. Así que la competición deportiva (y más en deportes de uno contra uno) consiste en medirse con el otro en parte, pero sobre todo con uno mismo. No es extraño perder contra personas peores que uno. Cuando superas los niveles básicos, cuando ya estás en un nivel aceptable de técnica, los partidos son de cabeza, de concentración. Sí, si la cabeza no te funciona bien, acabas perdiendo con alguien técnicamente peor que tú. ¿Cómo puede suceder eso? Porque no competimos contra el oponente, competimos contra nosotros mismos, contra nuestros miedos, nuestras flaquezas, inseguridades, debilidades. Si dudas, fallas. Eso es así. Y si uno entra en la pista con la cabeza hecha un coladero, te pueden poner delante a una ancianita con andador, que fallarás todas y acabarás perdiendo.

En resumen, yo diría que la competición deportiva es contra los miedos de uno mismo. ¡Y es que eso es la vida! Yo la entiendo así, y el deporte me ha hecho entender la vida así. No se trata de competir contra los demás, se trata de competir contra uno mismo, de superarse cada día y de querer ser mejor. Pero no, el concepto que ahora se está vendiendo y me parece aberrante es el de concienciar a las masas a ganar sin escrúpulos… ah, se me olvidaba, vale, escrúpulos legales sí. ¿Pero dónde está la ética, la conciencia, la superación, el sentirse bien con el trabajo de uno mismo, los logros conseguidos por uno mismo?

En la Universidad es muy fácil encontrarnos ahora a compañeros que ocultan datos para que no te enteres de cuestiones, que no te informan de que se han enterado de un Congreso, de una beca, de plazos para enviar a revistas, de atajos para hacer ciertos temas administrativos, o de mil tonterías más. Incluso, te cuentan patrañas increíbles para que cambies de opinión para ir a algún sitio o mandar artículos a otro. Ya me decían que la Universidad era un nido de sanguijuelas, pero vas conociendo casos y te sorprendes cada día más. La introducción del Plan Bolonia ha hecho la competición aun más sangrienta. Ahora sí que se dan navajazos a diestro y siniestro. Hay casos espeluznantes. ¿Es que la Universidad no es un lugar donde disfrutar con la docencia, con la investigación,? ¿No es un lugar para difundir conocimiento, para compartirlo? Sí, soy una romántica idealista, estarán ustedes pensando. Pero es que me niego a dejar de serlo y quiero seguir soñando con una Universidad en la que los docentes amemos enseñar, amemos superarnos en investigación, y no guardemos secretos, sino que difundamos conocimiento.

Universidad, vida, deportes, docencia, emprendedores… ¿Qué sentido tiene medirse con los demás? Si uno confía en su trabajo y cree en lo que hace y cree que tiene un valor, la competición sucia no tiene sentido.

Esta reflexión viene a raíz de lo de la gamificación. Me interesa y a menudo consulto foros e intento acudir a charlas. Una a la que fui, me dejo anonadada. Era un espectáculo patético tipo predicadores americanos en los que instaban a los emprendedores a analizar al contrincante para masacrarlo, y todo esto tamizado por una aire de gamificación que personalmente me bajó el concepto de aceptable e interesante, a los más profundos fangos de «comedura de olla de sectas». Y desde entonces vengo dándole vueltas al tema.

La gamificación no debería ser competición. Este tipo de actitud pertenece a otra generación y no a la actual (Millenials). Es un concepto caduco, antiguo. Y la gamificación no debería entrar de esta forma en las aulas y en la Universidad. ¿Qué será de ese alumno que no consiga ninguna medalla porque a lo mejor sea más tímido, o menos rápido pero sí brillante? Se desilusionará y querrá dejar de estudiar. Lo mismo que pasaba cuando éramos pequeños y nos introducían en el mundo de la competición, si se hacía de forma muy brusca, mucha gente dejaba de participar en campeonatos. La actitud es la de superación, pero sin comparaciones, la de superación nuestra.

Me he equivocado en el párrafo anterior, corrijo: LA VIDA NO DEBERÍA SER COMPETICIÓN

12 comentarios el “En qué quedamos, ¿juego o competición?

  1. Almudena Gancedo - Arquitecto Tecnico
    21 May, 2013

    ¡Alguien tenia que decirlo!

    Competición SI pero sana y con uno mismo lo primero.
    ¡Genial!

  2. [ r-arquitectura ]
    21 May, 2013

    No sé si has leído mi reciente «Carta de un profesor de Arquitectura» que me publicaron en el blog de Stepienybarno… Allí he tratado el tema Plan Bolonia de forma igualmente peyorativa. Aunque en realidad se pretende evitar todo fracaso escolar paradójicamente. Me alegro de ver que coincido con personas tan sensatas como tú, Blanca. Enhorabuena por este post!!
    ( @ro_almonacid )

  3. franpd
    22 May, 2013

    la mejor competición seria difundir el conocimiento, y ser ganador en ayudar a los demas con tus conocimientos, si te ganan con tu ayuda,sientete satisfecha/o

  4. Gran artículo!! Nosotros descubrimos esto de la «gamificación» y nos sonó muy interesante, pero cuando empezamos a indagar nos pasó un poco como a tí: desilusión total. Meter una competición insana en la universidad es el caldo de cultivo para un mundo laboral aun más desolador…
    Así que estamos completamente de acuerdo contigo! Sigue así con el blog!! 🙂

  5. conluismartinez
    30 octubre, 2013

    Libertad con respeto. Hace casi 100 años que A.S. Neill lo encontró en Summerhill. Hay que separar el aprendizaje de la competitividad. Premiar el aprendizaje lo que crea es competitividad.

  6. Evelio Sánchez
    13 enero, 2014

    Aprender no es competir, es avanzar con tu esfuerzo sobre lo que otros han aprendido y repugnante se me queda corto como adjetivo a la hora de etiquetar algunas de las «estrategias» para ser el primero, el mejor o el lo que sea.

    Como alternativa «menos mala», que no buena, el avance en equipos, diluir el yo en el nosotros y el nosotros en del todos.

  7. César Rosada Lomero
    21 enero, 2014

    Disiento en la creencia de que la competición contra uno mismo es una virtud: esa idea responde a una concepción individualista de la subjetividad que ignora que, incluso cuando uno compite contra sí mismo, el adversario es el Yo construido desde fuera, el ser social. Cuando competimos contra nosotros mismos, estamos sufriendo la introyección en nuestra conciencia de los valores más rancios del personalismo postfordista.
    El inconformismo -que a fín de cuentas es el temperamento detrás del ímpetu competitivo- seguramente sea, como creían los orientales, menos virtuoso de lo que nuestra sociedad nos ha instruído. Existir no tiene nada que ver con competir, ni siquiera contra uno mismo. Todo litigio está condenado a la derrota cuando uno asume, con Lao Tse, que la verdadera sabiduría consiste en la rendición ante la providencia inmanente del Tao….un saludo!

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Esta entrada fue publicada en 21 May, 2013 por en Docencia, Investigación, Universidad y etiquetada con , , , , , , , .
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